En la interna del peronismo bonaerense, reina más tensión que en un asado sin carbón. A poco del cierre de alianzas, Cristina Kirchner y Axel Kicillof siguen sin cruzarse ni el saludo. Desde diciembre no hay contacto entre ambos, y la falta de diálogo ya se traduce en una guerra fría donde todos desconfían de todos. Mientras tanto, cada bando juega su propio ajedrez, pero con piezas que ya no responden al mismo tablero. La unidad se convirtió en un eslogan vacío, y hasta dentro de La Cámpora admiten que las diferencias no son ideológicas, sino por lugares en las listas. Es decir, pelea por poder, puro y duro.
Kicillof, que aún saborea su reelección, decidió patear el tablero y lanzar su nuevo espacio “Movimiento Derecho al Futuro”, con un claro mensaje: quiere más control, más protagonismo y menos tutelaje de parte del cristinismo. Desde su entorno no ocultan que están cansados de obedecer órdenes desde el Instituto Patria. Y para colmo, en el camporismo ya lo acusan de querer posicionarse como el heredero en caso de que la situación judicial de CFK se complique. En ese marco, Carlos Bianco dejó bien clarito que ya no alcanza con “unidad hasta que duela”. Lo que buscan es obediencia explícita.
Del otro lado, Cristina Kirchner no piensa dar un paso atrás. Planea jugar en la provincia, y lo hará con su sello, sus soldados y sus condiciones. En su entorno avisan que sin sus votos, Axel no gana ni una elección de consorcio. Pero la desconfianza es total. Lo que antes se resolvía con una foto y un acto, hoy parece necesitar una cumbre con mediadores de Naciones Unidas. Si no se ordena de arriba para abajo, no se ordena más. El reloj corre y los egos crecen. Mientras tanto, Milei mira de afuera con una sonrisa.