Como si no alcanzara con el combustible, el seguro y la inflación, ahora el municipio vuelve a pasar la gorra: del 18 al 22 de agosto, todos los remises de Necochea deberán someterse a una inspección obligatoria “de rutina” que, en la práctica, parece más un peaje encubierto que un control de seguridad. El operativo, armado por la Dirección de Transporte Público, se hará en la Terminal de Ómnibus y exige una montaña de papeles, pagos previos y hasta el GPS y botón antipánico funcionando al 100%, porque si no, ni pensar en seguir trabajando.
La lista de exigencias es digna de una maratón burocrática: cédula verde, VTV como transporte público, seguro al día, prueba hidráulica del GNC, matafuegos homologado, licencia D1, credencial de chofer, libreta sanitaria sin turno y comprobante de pago de la inspección anterior. Todo bien prolijo, porque si falta un papel o una firma, la unidad queda afuera y el chofer sin laburo hasta nuevo aviso.
El mensaje es claro: o pagás y cumplís con cada requisito al pie de la letra, o quedás parado. En vez de facilitar el trabajo a quienes prestan un servicio esencial, el municipio opta por exprimirlos con inspecciones que, casualmente, siempre llegan puntuales… aunque el arreglo de calles, la seguridad y el transporte público brillen por su ausencia. En Necochea, cuando se trata de recaudar, la gestión siempre está en perfecto estado de funcionamiento.