Javier Milei está moviendo las piezas con la precisión de un ajedrecista que juega por el campeonato del mundo. Mientras el Presidente posa para la foto con gobernadores en la Casa Rosada, detrás de escena se teje la alianza más ambiciosa de su gestión: un bloque pro–reformas diseñado para garantizar los votos necesarios y evitar que el Congreso convierta sus proyectos estrella en papel picado. El mensaje es claro: sin gobernadores alineados, no hay reformas; y sin reformas, no hay Milei 2.0.
Para aceitarlos, el oficialismo despliega una mezcla quirúrgica de política, elogios públicos y negociaciones económicas. El ministro del Interior, Diego Santilli, lleva una agenda maratónica: Frigerio, Torres, Llaryora, Sáenz, Cornejo, Orrego, Jaldo, Figueroa, Sadir, Jalil, Zdero, Weretilneck… todos pasaron por su oficina con listas de demandas bajo el brazo. Caputo, desde Economía, mete presión con la letra chica del Presupuesto y el manejo de deuda provincial. Y Milei, a su manera, lanzó señales de “paz política”, incluso felicitando a Jorge Macri por su emisión de deuda. Si hay que sumar voluntades, no hay rencores que valgan.
El armado que imagina la Casa Rosada apunta a un bloque híbrido, formal o no, pero disciplinado: Misiones, Salta, Tucumán, Catamarca, Río Negro, Santiago del Estero y Neuquén serían el corazón del nuevo escudo legislativo libertario. En paralelo, buscan cerrar filas con gobernadores dialoguistas como Poggi o Ziliotto, mientras dejan afuera de cualquier invitación a Kicillof, Insfrán, Melella y Quintela. Con este mapa político en construcción, Milei apuesta a algo que The Sun titularía sin dudar: un pacto federal a la carta para blindar el plan de reformas más audaz de las últimas décadas.