Corría el 30 de junio de 2007 cuando Jorge Mario Bergoglio —por entonces cardenal y figura ascendente en la Iglesia argentina— llegó a Mar del Plata para encabezar la Semana Social de la Iglesia. Allí, en el Hotel 13 de Julio, lanzó duras advertencias sobre la decadencia de la cultura del trabajo, exigió compromiso político a los católicos en plena campaña electoral y condenó el aborto y la eutanasia con frases que sacudieron al auditorio. Mientras compartía mates entre bambalinas con Hugo Moyano, su sola presencia ponía nervioso al gobierno nacional, por entonces liderado por Néstor Kirchner.
Durante su exposición, Bergoglio se despachó con un mensaje tan firme como desafiante: “No todos los días es 6 de enero”, lanzó, en alusión a la cultura del clientelismo que, según él, reemplazaba al esfuerzo y al trabajo genuino. También apuntó directamente contra la despolitización ciudadana: “No es cosa de los políticos, ¡es cosa tuya!”, exclamó ante una sala colmada. Las elecciones estaban cerca, y su pedido de plataformas claras y confrontación de ideas no pasó desapercibido.
Pero el momento más impactante llegó cuando habló de “terrorismo demográfico”, advirtiendo sobre el avance de legislaciones que, en sus palabras, legalizaban “la libertad de las madres de matar a sus hijos” y proyectaban un futuro donde “los hijos podrán matar a sus padres”. Aquel día, el Hotel 13 de Julio se convirtió en un templo de discursos fuertes, miradas políticas tensas y una despedida involuntaria de Mar del Plata. Seis años más tarde, ese mismo cardenal se transformaría en Francisco, el primer papa argentino de la historia.