La ribera del río Quequén, en el sector que le corresponde a Necochea, se desmorona a un ritmo alarmante mientras la gestión del intendente Arturo Rojas mira para otro lado. Vecinos, instituciones y referentes barriales vienen alertando hace años sobre el avance de la erosión, pero ni el municipio ni el Puerto han movido un dedo. En zonas como la calle 27 o la 78, ya no queda ni pasto para cortar: la tierra directamente desapareció bajo el agua.
La situación es grave. Hay juegos que cayeron al río, miradores que tuvieron que ser trasladados porque se hundían, caños de desagüe al borde del colapso y hasta barandas de seguridad que penden de un hilo. En algunos sectores, el agua avanza a razón de medio metro por año. Pero en lugar de actuar con planificación y prevención, la Municipalidad elige el silencio. Como si esperar que el problema desaparezca solo fuera una estrategia viable.
Vecinos como Marcos Testani o Ariel González afirman que han presentado decenas de reclamos a la Autoridad del Agua y al municipio, sin obtener respuesta. Proponen soluciones concretas —como gaviones o contenciones— que ni siquiera han sido consideradas. Mientras tanto, la ribera se achica, la inseguridad crece y el intendente Rojas, lejos de resolver, sigue posando para la foto. La erosión del río es también la erosión del Estado local.