Cristina manda desde el sillón, Máximo ejecuta y Kicillof busca no quedar pintado

En medio de un peronismo enredado entre la nostalgia y la interna feroz, Cristina Fernández de Kirchner logró, aún detenida, volver al centro del escenario. Su figura, amplificada por La Cámpora, recuperó protagonismo con declaraciones, bailes y mensajes grabados que marcaron la agenda opositora, mientras su hijo Máximo se mueve como interlocutor clave. Sin embargo, no todos dentro del espacio acatan con devoción: el gobernador Axel Kicillof intenta preservar la autonomía que construyó y evitar quedar reducido a actor de reparto.

Kicillof, al frente del Movimiento Derecho al Futuro, enfrenta el desafío de imponer condiciones en la batalla por las listas de cara a las próximas elecciones. En La Plata aseguran que su liderazgo es incómodo para La Cámpora, que nunca terminó de digerir su crecimiento político. Mientras tanto, el operativo clamor en favor de CFK desde su departamento en la calle San José genera más épica que resultados, y reabre viejas tensiones en una coalición donde sobran los egos y faltan acuerdos.

La semana próxima promete ser clave: las negociaciones entre los distintos sectores del peronismo se reanudarán con el objetivo de cerrar filas, pero sin garantías de paz. Kicillof, que sueña con la Casa Rosada en 2027, deberá resistir las presiones, ordenar a los suyos y demostrar que aprendió algo más que economía de su mentora: el arte de sobrevivir en la selva del peronismo sin ser devorado.