La derrota de Arturo Rojas dejó en claro lo que los vecinos ya venían marcando: el desgaste de una gestión que no convence. Desde el búnker de Nueva Necochea, el intendente intentó justificar el mal resultado hablando de la “nacionalización de la campaña”, aunque admitió que no es excusa. Sin embargo, el mensaje fue claro: la gente le dio la espalda.
En su discurso, Rojas repitió viejas fórmulas: promesas de redoblar esfuerzos, llamados a la autocrítica y la necesidad de consenso en el Concejo Deliberante. Palabras que ya suenan gastadas frente a una ciudadanía cansada de escuchar diagnósticos sin ver soluciones reales en la calle. La gestión de Rojas ya no logra conectar con los problemas cotidianos de Necochea.
Mientras felicitaba a sus rivales por los resultados, el propio jefe comunal reconoció que su campaña “no logró localizarse”. En otras palabras, perdió el pulso de la ciudad que gobierna. Más que un traspié electoral, esta derrota refleja el agotamiento de un proyecto que, después de años en el poder, parece haber perdido toda credibilidad.