La madrugada del viernes marcó un nuevo y explosivo capítulo en la creciente tensión entre Israel e Irán. Aviones de combate de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) ejecutaron un ataque quirúrgico contra la planta nuclear de Isfahán, un punto estratégico en el ciclo de producción de uranio del régimen persa. La ofensiva desmanteló laboratorios, sistemas de reconversión y estructuras asociadas a la fabricación de uranio metálico, clave en el desarrollo de armamento nuclear.
Con este bombardeo, que se suma al ya confirmado sobre la central de Natanz, Tel Aviv dejó en claro que no piensa quedarse de brazos cruzados. “Es una operación preventiva y precisa”, afirmó el vocero militar israelí Roni Kaplan, advirtiendo además que el enemigo estaría ensamblando hasta 15 ojivas nucleares. “No vamos a esperar a que nos lancen la primera bomba”, sentenció. La inteligencia israelí sostiene que el régimen iraní representa una amenaza existencial.
Mientras tanto, la comunidad internacional mira con alarma cómo escala un conflicto que ya no se libra solo en palabras. Desde Israel reiteran que no apuntan al pueblo iraní, sino al régimen que –según afirman– busca su aniquilación. Con la “Operación Nación de Leones” en marcha, todo indica que los próximos días podrían marcar un antes y un después en el tablero geopolítico de Medio Oriente.