Sangre heredada: apellidos marcados por la violencia en la Mar del Plata que el Estado no ve


En los barrios del oeste marplatense, donde la justicia llega tarde y la ley se escribe a punta de cuchillo o bala, la historia volvió a repetirse: Maximiliano Chávez, de 27 años, fue asesinado a puñaladas. No es el primero de su familia, ni parece que vaya a ser el último. El apellido Chávez, como otros de la zona, forma parte de una genealogía trágica que desde hace años aparece en los registros policiales de Libertad, Malvinas Argentinas y Villa Berutti.

La saga criminal no se detiene: los Sanche, los Chávez, los Paz, los Vázquez… todos nombres que componen un mapa de violencia intergeneracional. Desde homicidios cometidos por menores inimputables hasta venganzas entre familiares, los episodios se entrelazan en una espiral de muerte donde incluso los beneficiados por prisión domiciliaria terminan asesinados a metros de su casa. Nadie sale ileso: padres, hermanos, primos y vecinos caen atrapados en un ciclo que ni la cárcel ni el olvido consigue frenar.

Cada esquina de esta periferia parece tener su propio expediente. Y cada apellido, su historia de sangre. La muerte de Chávez solo agrega otro capítulo a un drama social donde el narcomenudeo no solo financia los tiros, sino que moldea identidades. Con más de una década de antecedentes, esta genealogía de la violencia sigue creciendo sin que el Estado logre interrumpir su reproducción. Solo cambian los nombres de pila; los apellidos son los mismos.